Ansiedad profunda causó en todo Bueu la noticia rápidamente esparcida de la grave dolencia que aquejó al buen patricio y tan querido como respetado amigo D. Juan Tapias Puig.

Fue un ataque agudo, repentino, que los facultativos califican de edema pulmonar, y el amigo Lis, llamado desde los primeros momentos, tomó tan acertadas disposiciones auxiliado más tarde por su compañero de Beluso Sr. Val, que no obstante el inminente peligro de algunos momentos, pudo el enfermo reaccionar y considerarse salvado. Fue una lucha épica en la que venció la ciencia, arrebatando a la muerte una vida preciosa, por todos estimada. Por esta vez venció la ciencia. ¡Bendita sea!

Hállase ya el enfermo fuera de todo cuidado y podemos estar todos tranquilos, desechando lúgubres pensamientos que nos atenazaron unas horas.

Cosa triste es el mal y nunca se acuerda uno del gran don de la salud hasta que se pierde, y poco hacemos por conservarla. D. Juan que pasó momentos terribles de agudas molestias, debe hoy gozar la satisfacción interior de la emoción a todos causada, y no digo alegrarse, precisamente, de haber pasado por trance tan peligroso, pero así le consta de modo indubitable, la alta estima, el gran cariño y respetuosa consideración y aprecio en que el pueblo de Bueu le tiene. Nadie quedó aquí que no se interesara por su salud, y de Vigo y Pontevedra acudieron a verle muchísimos amigos, siendo aquella casa un jubileo.

Que eras ingrata tantas veces
tantas como las que en tu vida
has estado a merced de los reveses
del funesto derrotero que te guía.
Que tu carácter, de cuyo jaranero
exacto reflejo... de los pocos años
era cual símbolo imperecedero
de los otros tiempos: Tiempos de antaño.
Que eras la cuna de la acción rastrera
que del bien perdido es su fiel esfinge
que eras la amistad... que pasajera
huellas indelebles a su paso deja
de lo que no siente, y acaso finge

Pampín

PÁGINAS AMENAS

Una nueva leyenda –y para los lectores sin duda la más interesante- una nueva leyenda más sugestiva que la historia y menos indiscreta que el romance, ha venido a reanimar el interés jamás saciado que despierta la figura de Mme. Estranxera, esta idílica beldad, convenientemente femenina que consagró la amistad de algunos, el amor de muchos y la admiración de todos los grandes genios de su época...

Supremo refinamiento, ó pudor exquisito, (la tela de Gerard no resolvería el problema) es lo cierto que, refinada o cándida la silueta de Mme. Estranxera, conservó, a despecho de su belleza, de su irresistible fascinación y de su fama, cierto púdico velo del que ni las más intensas pasiones ni las rivalidades más implacables pudieron despojarla, y que la historia misma ha respetado hasta hoy como una aureola de misterio en torno de su graciosa imagen...

Flota aún como una sutil nébula que protege castamente su hermosura, no de otro modo que en torno de ciertos astros que parecen empeñados en velar sus destellos y acaso por lo mismo su fulgor concentrado nos solicita más.

¿Qué era, en realidad, esta mujer encantadora, que dominó como ruina en la época de las grandes orgías?

¿Cuál fue la seducción de su belleza que adoraron con igual fervor los genios más diversos? ¿Y cual fue aquella otra seducción ante cuyo prestigio su hermosura misma tuvo el supremo talento de palidecer? Este encanto irresistible y secreto como un filtro, que supo a dulce néctar en la acibarada copa del desaire? que en vez de un despechado hizo un amigo de cada cortejante desairado, y una admiradora, en vez de una enemiga; de cada rival pospuesta y derrotada?

¿Por qué extraño privilegio la mujer que despertó tan bulladas pasiones pudo conservar tan discretas amistades?

De origen modesto, tuvo el arte exquisito de formar un gran salón y de conservar un nombre respetado; un saló que fue el punto de mira de la gente de buen tono, y ante el cual desfilaron algunos de los hombres de talento de su época.

Sus toilettes de una exquisita distinción, eran el desvelo de muchas mundanas de la capital, y su sociedad exenta de refinada cultura literaria, pero llena de inimitable gracia, el encanto de los grandes señores de las letras y la industria.

Pocas de estas celebridades eminentes dejaron de concurrir al torneo de esta reina de la belleza, de la distinción y de la fama.

Las fotografías de Zagala (que en paz descanse) nos la muestran en el adorable abandono de su gracia flexible y juvenil; las memorias de sus adoradores nos dejan adivinar apenas la índole de su ascendiente irresistible; pero el alma, ¿qué fue el alma de esta mujer que amaron tantos y que amó tan poco?

¿Fue una diosa de mármol o una mujer de sentimientos exquisitos? ¿Tuvo el arte consumado de atraer a sus adoradores o la poderosa sugestión de contenerlos?

¿Fue una virgen púdica, o una coqueta refinada, una artista impresionable o una calculadora vanidosa?

¡¡Otros tantos misterios que su imagen atrayente evoca en la sugestiva actitud de abandono cándido, a la vez que voluptuoso!!

Como algunos seres extraordinarios parecen haber traído a la tierra la vocación de fascinarlos, fue ante todo bella, y luego bella y bella siempre y en todo y hasta el fin...

Irradiar irresistiblemente la belleza, tal fu su vocación: belleza incomparable del semblante, de facciones delicadas y dulzura intensa, belleza de la expresión ingenua, gentil y maliciosa, belleza de los grandes ojos serenos y expresivos, de la boca sugestiva y carme, de la cándida tez, del frágil óvalo que parece posarse sobre invisible mano, acentuar la caricia; belleza del cuello erguido, del busto juvenil y alabastrino, belleza del andar flexible, del acento cristalino y armonioso: y luego esa belleza que las realza todas el arte de ignorarlas, de hacerse perdonar la seducción a fuerza de candor y sencillez...

Su palabra fácil, su silencio atento y sugestivo, el arte de aprender cerca de los que saben, y de no deslumbrar a los que ignoran, de ser púdica sin gazmoñería, de evocar la intimidad y no el peligro.

Ese talento, tan inestimable cuando tan escaso, de prodigar la amistad siendo toda para todos y única para cada uno, de armonizar el interés afectuoso con la discreción irreprochable.

Todo, todo ha contribuido a hacer de Mme. Estranxera la encarnación viviente de la mujer ideal y a consagrar su prestigio en un nivel al que ni la rivalidad ni la envidia son accesibles.

Sin embargo, nosotros que no podemos experimentar la sugestión de sus encantos, que la admiramos sin renunciar al derecho de juzgarla, experimentamos un secreto rencor para con la extremada complacencia de su estrella; quisiéramos que el corazón hubiese conquistado o por lo menos pagado, con mayor generosidad tanta ventura. En una palabra reprochamos a la hermosa que haya sido más calculadora que sensible, que no haya amado nunca.

El amor es como la muerte, el gran cancelador de las deudas sagradas, el corazón que ha pasado por su crisol severo queda de hecho purificado a nuestros ojos.

El contacto humano, el contacto por excelencia que nos hace solidarios y hasta cómplices de los seres en realidad, como las ficciones del teatro y del romance es el amor y aquellos que se han sustraído a su dominio nos inspiran no se que alejamiento receloso y casi hostil. Como el Evangelio, el dolor nos ha enseñado a perdonar mucho a los que han amado mucho.

Pero he aquí que una leyenda viene a estremecer de pronto a nuestros ojos, la imagen hasta ayer insensible, un fulgor tenue ilumina intensamente sus pupilas; parécenos que a través del cuello alabastrino surge una onda de calor, de vida; que el semblante se enciende luego bruscamente palidece como si una contracción le hubiese oprimido intensamente el corazón... Todo se anima en torno de la silueta lánguida y voluptuosamente reclinada: hasta las cenizas de tres cuartos de siglo en el nicho marmóreo de la gran chimenea, hasta el tic-tac del péndulo que contó las horas...

"Es el amor que pasa."
Mme. Estranxera tiene un romance
El Lego
Bueu, Marzo 1913

EN BUEU

Para contentar a los disconformes estuvo aquí el lunes el ilustre jefe político, Presidente de la Diputación y respetable amigo nuestro, D. Antonio Pazos. Reuniéronse en el Ayuntamiento y se les concedió la intervención en el reparto, tal y como deseaban, acordándose que una comisión adjudicase, mejor dicho, proponga las nuevas cuotas. Desde luego afirmamos que nuestro leal deseo es de que acierten y no haya motivos para nuevas disensiones que ya va siendo hora de tener formalidad.

Amantes como el que más de la equidad y de la justicia, estimamos que no estaría del todo equilibrado el anterior reparto, como lo prueba el haber sido atendidos por don Antonio; por eso deseamos ahora, que se aproximen todo lo posible a esa deseada equidad y cesen de una vez para siempre los disgustos, los enconos, los maquiavelismo y tiquis miquis que tanto entorpecen la vida municipal.

Pensábamos escribir algo razonando sobre esto que pasa con las cuotas de los que dicen industriales; mal tan viejo, que se recuerdan disgustos y disidencias de lo menos 10 años a esta parte; pero creemos más acertado esperar a que esto se solucione, pues no queremos, poco ni mucho, que se nos echen a lo mejor culpas que no tenemos.

Nuestro deseo, ya lo dijimos, es de que acierten, así que preferimos callar evitando de paso torcidas interpretaciones y que cualquier amigo, involucrando las cosas, dando mal sentido a nuestras objeciones, sin ser tales, ni mucho menos, antójensele finas ironías, que luego nos echan al rostro.

Más adelante, cuando, libres de prejuicios, esté el asunto solucionado y podamos escribir libremente, dejaremos correr la pluma y decir, sin eufemismos, lo que pensamos sobre esto.

Nuestros amigos estarán de acuerdo y pasada la tregua voluntaria impuesta solo por nuestra caballerosidad, si tras ella viene la paz ¡Bendita sea!

Tal-Cual

El baile de Nicómedes o las fáticas de Juan

-¡Anda de ahí!, perro judío,
mal hombre, sumo holgazán,
que no piensas más que en juergas
y esto se te va acabar,
te lo juro por mi nombre,
que no pueda comer pan
si no te arranco de cuajo
el bigote, ¡so morral!
pa que aprendas muy prontito
tu obligación y algo más
que lo tienes olvidado
con las malas compañías...
...¿Lo estás oyendo?...¿Di, Juan?
-... Que cosas tienes Cipriana
pues no he de oírte; de más,
pero que quies que te diga
tienes razón muy sobrá
soy débil... las compañías
me traen a medio chalar;
... pero no subas el gallo
porque m’e está pareciendo
que te la vas a ganar
y no quisiera enredarme
porque el tiempo es cuaresmal
y la verdad en este tiempo
...bueno... más vale callar.
Anda, dame una peseta
que me las gillo afeitar
-¡Habrase visto más tío!
¿Con que me ibas a pegar?
Pues bueno, desde mañana
cuenta que estoy divorciá
porque me largo corriendo
a casa de mis papás
y busca quien te remiende,
quien te lave, quien te limpie,
quien te ayude a sufragar
los gastos que en tus jaranas
te gastas ¡so tío charrán!
y no me mires, no me toques.
¡Ay madre!... ¡Ay que me da!
....................
-¡Ay que gracia! ¡Ja, ja, ja!
Pero chica tu estás mala,
mira que lagrimerar...
No es pa tanto. Ven morucha
que te quiero yo la mar
no hagas caso a mis desplantes
son pura melosidad.
Acércate. Más juntita.
¿Quién te quiere a ti, mi nena?
....................
-¡Ay, Juan! Que cosas me dices
¿Ves? ya me tienes ablandá
¡Cómo sabes camelarme!
-¿Yo?... ¡Una atrocidad!
....................
....................
....................
-¡Ay Juanito de mi alma!
-¿Qué te pasa, Nicomedes?
-¡Ay, chico! Pues casi na
que la Dominga lo supo
que quería ir a bailar
y con la badila vieja
me atizó aquí... por detrás
una serie de estacazos
que no los pude contar
porque daba tan deprisa,
tan deprisa, la animal,
que si no salgo corriendo
yo no sé, amigo Juan,
pero creo que a estas horas
tengo la pata estirá
y ya sabes que mi pata
tiene una cuarta y quizá más
de desnivel... creo que con esto
no hará falta decir más
-¿Y tu panoles?
-Ya ves, no me quise enredar
y salí de allí corriendo
y no pienso volver más.
-Tu verás, yo no me meto
no sea que por detrás
me sacuda la Dominga,
con que chico que te alivies
y ten cuidado donde vas
no te metas en fregados
que suelen salirte mal.
Tienes razón. Pero oye,
un día es un día ¿Vamos Juan,
vamos a tomar dos quinces?
-¿Qué is vamos?... ¡Vamos ya!

DESDE MEAÑO

Sr. Director de El Adelanto:

Respetable Director: Habiendo llegado a esta el rumor de que el joven galeno Sr. Calviño, establecido según me afirman en esa villa, me ha hecho cundir en ella, que en esta de Meaño, Sangenjo y otros puntos hizo proezas con su tierna profesión, poniendo en evidencia el profundo dominio que de la ciencia médica se precia de tener, me veo precisado a suplicarle un hueco en el periódico de su digna dirección para en él insertar, en honor a la verdad, las objecciones siguientes:

Primera: A dicho Sr. Calviño no lo hemos apreciado aquí ni pueblos comarcanos tan significados méritos, pues si bien es cierto que estamos enterados de que obtuvo el título de médico, no tenemos conocimiento de que hasta la fecha haya prestado con él meritorios servicios.

Segunda: De su consultorio abierto a raíz de su licenciamiento en la parroquia de Dena, donde radica el acreditado médico don Celestino Pazos Fraga, no queda más grato recuerdo que un cepillo en mal estado; unos cuantos frascos de esencia vaciados, unos mondadientes y una barra de cosmético, utensilios que más bien prueban la existencia de un pedante que de un Doctor en Medicina, sin que la gasa, el algodón, el cloro ni el yodoformo lo viéramos por ninguna parte.

Tercera: De su paso por Sangenjo al lado de su tío el médico don Marcial, solo pudimos cerciorarnos de que allí les alcanza bien el tío...

Y al no encontrar en ésta terreno laborable para su vegetación, tomó rumbo a Bueu, donde por lo visto prefiere hacer brillar con barata oratoria, lo profundo, lo grandioso de su ciencia a bajo precio contratada, sin esperar la consumación de los hechos.

Creo, por lo expuesto, haber cumplido el honroso deber de ofrecer al ilustrado vecindario de esta villa el anzuelo al descubierto con el fin de que si lo tragase lo hiciese a sabiendas y no oculto bajo capa de hojarasca, pura, pura charlatanería. Y anticipándole gracias por la inserción de las antecedentes líneas, le saluda su s.s.q.l.b.l.m., "Cielo Franco".

Perfecto Lis